
¡Hola navegantes!
Mañana voy al colegio "Domingo de Soto" a contar cuentos a los niños de cuatro y cinco años. Así vamos a celebrar el día del libro.
Sí, ya sé que es el día 23 pero aquí en Segovia es fiesta el jueves y por eso en el cole lo adelantamos.
Estoy un poco nerviosa... ¿Sabré transmitirles a estos renacuajos la mágia de leer, escribir o ilustrar un cuento? ¿La magia de inventar un personaje, dibujarlo y que se pasee por las páginas del libro como "Pedro por su casa" porque se siente feliz de vivir entre hojas de papel?
Porque un buen libro es muchas cosas. Primero ves la portada, y es como cuando te presentan a alguien y sientes en el corazón si hay o no afinidad. Para asegurarte de que esa buena intuición que has sentido, es verdadera, tocas la cubierta. Mmmm... me encanta cuando está plastificada y no brilla, esto la hace increíblemente suave... o cuando tienen una reserva de barniz y tus dedos sienten las dos texturas y tus ojos ven como brilla lo que importa.
Cuando ojeo el libro me fijo en la letra, me gusta grande y redonda. Las letras así son unas grandes compañeras de viaje, porque cuando tus ojos están cansados puedes sentarlos: uno en la "b" y el otro en la "d", así descansan un rato, o puedes ponerles unas lentes con dos "oo"...
Me encanta acariciar el papel mientras los personajes me cuentan más
de lo que el autor ha escrito.
Y las ilustraciones... me hacen soñar aún más. Entro, salgo, me enredo en las telas de los trajes, me pierdo entre los árboles, vuelo, salto... Mi familia crece, mis amigos son más, adopto hijitos y perritos con gusto y tengo que hacer sitio en mi cama, para que descansen tras cada capítulo leído antes de dormir.
Me gusta abrazar el libro después de cada ratito de lectura, es una manera de devolverle el buen rato que me hace pasar. Y cuando lo guardo en el bolso para salir a la calle, siento que llevo un tesoro y lo toco a menudo para asegurarme de que sigue ahí, conmigo.