




-¡Ya no quiero pintar más personas normales!
¡Necesito fantasía, ilustraciones muy, muy fantásticas!
¡Quiero tener tiempo para dibujar un cuento!
Tras este enérgico grito...
todo quedó en silencio dentro de mi cabeza y no veía nada.
¡Mi camarote de los hermanos Marx se había quedado vacío!
Me asusté, me asusté muchísimo. Primero porque ¿qué iba a hacer sin que continuamente me pidiesen huevos duros? ¿podría soportar entrar en el camarote y no hacer una manicura rodeada de una vorágine de dibus? Es más ¿podría vivir sin esos bocinazos que tan maravillosamente bien interpreto? ¡Qué bruta había sido gritandoles así!
-Vale, me dije y les dije. Dibujo a muchas personillas de apariencia normal,
pero las adoro, os adoro. Aunque en algunos momentos no tengáis alas, os parezcáis a la mujer con la que me cruzo todos los días por la calle, aunque no voléis en una escoba o debáis ir a trabajar como cualquier hijo de vecino...
Silencio.
Estaban enfadados de verdad.
A si que me dormí un ratito y al despertarme...
¡Sorpresa!
Ya estaban todos otra vez en mi cabeza.
Feliz, me puse a cocer huevos para que no les faltase ni uno.